Carta de Napoleón a Fernando VII. 16 de abril de 1808

Carta de S. M. el Emperador de los franceses, rey de Italia y protector de la confederaciondel Rin.
«Hermano mío: He recibido la carta de V. A. R. Ya se habrá convencido V. A. por los papeles que ha visto del Rey, su padre, del interes que siempre le he manifestado; V. A.
me permitirá que en las circunstancias actuales le hable con franqueza y lealtad. Yo esperaba, en llegando á Madrid, inclinar á mi augusto amigo á que hiciese en sus dominios algunas reformas necesarias, y que diese alguna satisfaccion á la opinion pública. La separación del Príncipe de la Paz me parecia una cosa precisa para su felicidad y la de sus vasallos. Los sucesos del Norte han retardado mi viaje: las ocurrencias de Aranjuez han sobrevenido. No me constituyo juez de lo que ha sucedido, ni de la conducta del Príncipe de la Paz; pero lo que sé muy bien es que es muy peligroso para los reyes acostumbrar sus pueblos á derramar la sangre haciéndose justicia por si mismos. Ruego á Dios que V.A. no lo experimente un dia. No seria conforme al interes de la España que se persiguiese á un príncipe que se ha casado con una princesa de la familia real, y que tanto tiempo ha gobernado el reino. Ya no tiene más amigos: V. A. no los tendrá tampoco si algun dia llega á ser desgraciado. Los pueblos se vengan gustosos de los respetos que nos tributan.

Ademas, ¿cómo se podría formar causa al Príncipe de la Paz sin hacerla tambien al Rey
y á la Reina, vuestros padres? Esta causa fomentaria el ódio y las pasiones sediciosas; el
resultado seria funesto para vuestra corona. V. A. R. no tiene á ella otros derechos sino los que su madre le ha trasmitido; si la causa mancha cn honor, V. A. destruye sus derechos. No preste V. A. oidos á consejos débiles y pérfidos. No tiene V. A. derecho para juzgar al Príncipe de la Paz; sus delitos, si se le imputan, desaparecen en los derechos del trono. Muchas veces he manifestado mi deseo de que se separase de los negocios al Príncipe de la Paz; si no he hecho más instancias, ha sido por un efecto de mi amistad por el rey Cárlos, apartando la vista de las flaquezas de su amistad. ¡Oh miserable humanidad! Debilidad y error: tal es nuestra divisa. Mas todo esto se puede conciliar: que el Príncipe de la Paz sea desterrado de España, y yo lo ofrezco un asilo en Francia.

» En cuanto á la abdicacion de Cárlos IV, ella ha tenido efecto en el momento en que mis ejércitos ocupaban la España, y á los ojos de la Europa y de la posteridad podría parecer que yo he enviado todas esas tropas con el solo objeto de derribar del trono á mi
aliado y amigo. Como soberano vecino debo enterarme de lo ocurrido ántes de reconocer esta abdicacion. Lo digo á V. A. R., á los españoles, al universo entero: si la abdicación del rey Cárlos es espontánea, y no ha sido forzado á ella por la insmreccion y motin sucedido en Aranjuez, yo no tengo dificultad en admitirla y en reconocer á V. A.R. como rey de España. Deseo, pues, conferenciar con V. A. R. sobre este particular. La circunspeccion que de un mes á esta parte he guardado en este asunto debe convencerá V. A, del apoyo que hallará en mí si jamas sucediese que facciones de cualquiera especie viniesen á inquietarle en su trono. Cuando el rey Cárlos me participó los sucesos del mes de octubre próximo pasado, me causaron el mayor sentimiento, y me lisonjeo de haber contribuido por mis instancias al buen éxito del asunto del Escorial. V. A. no está exento de faltas: basta para prueba la carta que me escribió y que siempre he querido olvidar. Siendo rey, sabrá cuán sagrados son los derechos del trono; cualquier paso de un príncipe hereditario cerca de un soberano extranjero es criminal. El matrimonio de una princesa francesa con V. A. R. le juzgo conforme á los intereses de mis pueblos, y sobre todo como una circunstancia que me uniria con nuevos vínculos á una casa á quien no tengo sino motivos de alabar desde que subí al trono. V. A. R. debe recelarse de las consecuencias de las emociones populares: se podrá cometer algun asesinato sobre mis soldados esparcidos; pero no conducirán sino á la ruina de España. He visto con sentimiento que se han hecho circular en Madrid unas cartas del capitan general de Cataluña, y que se ha procurado exasperar los ánimos. V. A. R. conoce todo lo interior de mi corazon observará que me hallo combatido por várias ideas, que necesitan fijarse; pero puede estar seguro de que en todo caso me conduciré con su persona del mismo modo que lo he hecho con el Rey, su padre. Esté V. A. persuadido de mi deseo de conciliarlo todo, y de encontrar ocasion de darle pruebas de mi afecto y perfecta estimacion. Con lo que ruego á Dios os tenga, hermano mío, en su santa y digna guarda. En Bayona, á 16 de Abril de 1808.—

NAPOLEÓN.»— (Véase el Manifiesto de D. Pedro Cevallos.)

Historia del Levantamiento, guerra y revolución de España. Conde de Toreno

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